Cosas que salen de la
cara
El cascarón rodó. La
alcantarilla no tenía restricciones metálicas (a falta de... a
falta de otro término más elocuente, más... ajustable) que lo
frenaran en su caída liviana y pesada hacia un ¡plop! inevitable en
agua oscura, plástica, babosa.
Levé los ojos; el aire
de las baldosas rebotaba y parecía continuarse a través de las
rendijas que mis dientes apretaban pero, igualmente, no alcanzaban a
bloquear: chiflido que térmicamente subía por mis pulmones. No
sabía si era acidez, tristeza o, sencillamente, una burbuja de aire
atrapada entre el estómago y la garganta. Inhalé varias veces
tratando de evitar la náusea pero fracasé terriblemente: un
sánguche mal masticado salió de mi boca. Estaba vomitando; o
recordando lo que habia comido. Entonces decidí irme. Sentí el
viento húmedo de una mañana feriada. No había nadie parado en
ninguna esquina. Sólo palomas cabeceando compulsivas al compás de
las nubes. Tuve que caminar para airear mi aliento y despertarme.
Silvia se había ido; a
esta hora debía estar, por lo menos, atrás de varios peajes camino
a Entre Ríos. Ahí vivía su tía de anteojos gruesos y cara de
estuche. Esa cara no la dejaba dormir en paz, porque las cejas las
tenía gruesas (también, como el marco) y la boca parecía un juego
de encastre. Daba la sensación de no volver a abrirse en caso de
quedar cerrada. Pero siempre, sin falta, se abría; y los mensajes
eran de lo más funesto:
- ¿Lavaste las
caras anteriores y posteriores de los premolares?
Siempre supo que era la
parte que resultaba más fácil de olvidarse. Tomaba el cepillo y
frotaba con furia, hasta que la sangre empezaba a manchar el lavabo.
Veía la espuma roja escurrirse por el desagüe, hasta el colector de
las aguas servidas del Medrano y, desde ahí, hasta el Río de la
Plata. “Los peces van a comerse la pasta que sale de mi boca”,
pensaba probablemente, “por ahí son alérgicos a la mente”. ¿No
la vi, acaso, estornudar materia gris?, ¿grasas, semen? Hay (o hubo)
quien supo señalar en los orificios nasales la vía de acceso y
egreso de toda materia líquida o fluído viscoso imaginable.
Dométreo, por ejemplo, (250 a. C.) estornudó un coliflor en el
contexto histórico en que nadie podía identificarlo, ya que tal
hortaliza proviene de América.