Intentamos
en este tratado determinar qué se entiende del caso de que un texto requiera una digestión lenta,
rápida o sea directamente indigesto.
Si se
trata de un texto limpio, liso, sin vicios, sin partes duras de roer y con defamiliarización grado mil, estamos
ante un texto de digestión rápida. Al cerrar el libro de un golpe, nos damos cuenta de que es una obra
maestra, sin volver a
vacilar sobre una segunda opinión. Es el caso de La Guerra de los Gimnasios, Qué Hacer, La
Asesina de Lady Di, La Piel de Caballo. También podemos decir sobre estos
textos de asimilación rápida dentro de nuestro cuadro de honor particular
que no necesitan
digestión en lo absoluto.
Hay
otros textos que portan características defamiliarizantes, recursos coloridos y
una prosa atrapante, pero que por alguna razón nos remiten a una segunda opinión, o nos impiden pasar un
juicio de valor inmediatamente. Se
asevera, en estos casos, que estamos frente a un texto de
digestión lenta. Este texto
no nos deja satisfechos en nuestro juicio, y éste puede ser cambiante en el transcurso de una noche, semana o
minuto. Es este el caso de La Virgen Cabeza, Glaxo o Trampa de Luz.
Ahora
bien, no todo es gozo o crítica celebrada cuando se lee. Hay textos de carácter indigesto. Nos referimos a
aquellos textos donde la prosa molesta en
cada sílaba, la elección de palabras es viciosa y viscosa cuando
menos, y los eventos
narrados inútilmente irrelevantes para vida de cualquier ser humano. Es éste el vergonzoso caso de Ida,
cualquier novela de Alan Pauls o Neil Gaiman.
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